"El oficio de la pasión" del filósofo argentino Santiago Kovadloff nos revela lo que a mi entender es la causa de la gran insatisfacción laboral que se reporta en los estudios: la confusión entre lo que es una elección y lo que es una vocación. Nos dice el autor :
"La vocación, digámoslo desde ya, no es una elección. Hay, entre una y otra, radicales diferencias. La elección es siempre obra del sujeto; la vocación, en cambio, da forma al sujeto, lo constituye. Sí, la vocación nos elige. Ella dispone de nosotros, se nos impone. Podemos, es cierto, desatenderla; no obrar en consonancia con su signo. Pero ese desapego acarrea un costo y ese costo, invariablemente, es el de un profundo desasosiego. Es que al no aceptar ser lo que hacemos, difícilmente podamos llegar a ser lo que queremos."
Tengo claro que no elegí ser educador. Eso me fue revelado cuando era niño. Lo sentí como un llamado contundente, con una fuerza a la que era imposible resistir. No tuve «libertad» para ser otra cosa. La otra alternativa era la locura, la enajenación y la desesperanza. La «opción» era ser educador o no ser. Punto.
Y Kovadloff lo describe de forma magistral:
"El hombre de vocación en cambio, no tiene remedio, ha sido escogido. Si no acata el mandato impuesto, vivirá acosado por el dolor incesante de una transgresión primordial. «El que desea y no obra ‑afirmó William Blacke‑ engendra peste»."
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