Por esas coincidencias significativas de la vida en esta semana había estado escuchando las primeras canciones que escuché de Facundo Cabral cuando era un estudiante de Escuela Superior. Hoy me entero de que fue asesinado en Guatemala cuando se dirigía al aeropuerto después de ofrecer un concierto. Me imagino que en ese paraíso del que nos hablaba con la seguridad del místico debe estar creando nuevas historias y cantando “Pobrecitos los que me mataron, piensan que el muerto soy yo…”. Les dirá también que son como Juan Comodoro que buscando agua, encontró petróleo, pero se murió de sed”. Y también nos imaginamos que ya los habrá perdonados: “Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza, y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta.”
El secreto de Cabral fue utilizar el gran poder sanador de crear historias para compartirlas con los demás. Más que un cantor fue un trovador maravilloso con una voz que parecía venir de otro mundo. Lo imagino con su inseparable guitarra cantándole a Borges, Whitman, Madre Teresa, Yupanqui, San Francisco y a todos aquellos seres que formaban parte de sus historias. Lo imagino más consciente que nunca ante la llegada de ese día al que le cantó con la profundidad de los grandes profetas:
Cuando el Universo me abandone
y el viento desgaste mis manos,
y abrevie mis pasos,
cuando el sol esté ausente del cielo
y no me alcance el día.
Cuando el mundo no me proteja del vacío,
cuando el todo se aleje y se confunda en la nada,
cuando en la noche se refleje mi antigua duda
y ya no vea en ella mis ojos,
entonces, cambiaré mi torpe cuerpo
por las alas con las que entraré
en la mañana del despertar eterno,
más allá de los sucesos momentáneos.
Pero más que nada, lo imagino recordando la importancia de cantar para sanar el dolor: "Nunca voy con los que lloran y siempre con los que cantan. Los paisanos de mi pueblo cuando tienen un dolor, en lugar de andar llorando, cantan debajo del sol." Recordándonos siempre que “en la eternidad siempre se puede empezar de nuevo”: Si, Señor.
Esta es la canción que canto cada mañana al despertar,
Para agradecerle al Cielo,
La gentileza de un nuevo día,
Es decir de una nueva oportunidad.
Porque siempre se puede empezar de nuevo,
En una eternidad siempre se puede empezar de nuevo,
Y esto es tan cierto como que el paraíso no está perdido sino olvidado.
Canto:
Este es un nuevo día,
Para empezar de nuevo,
Para buscar al ángel,
Que me crece los sueños.
Para cantar,
Para reír,
Para volver
A ser feliz
Prosa:
Todos nacemos con un ángel de la guarda,
Pero pocos lo conservamos,
Hay quien prefiere un sicoanalista.
Todos tenemos una conciencia,
Pero pocos la escuchamos,
Hay quien prefiere la televisión.
Todos somos ricos, es decir hijos de Dios,
Pero pocos lo sabemos,
Perdona hermano que yo no entienda que no seas feliz
en tan bello planeta,
que hayas hecho un cementerio de esta tierra,
que es una fiesta.
Tienes un corazón, un cerebro,
Un alma, un espíritu,
Entonces como puedes sentirte pobre y desdichado.
Canto:
En este nuevo día,
Yo dejaré al espejo,
Y trataré de ser,
Por fin un hombre nuevo,
De cara al Sol,
Caminaré,
Y con la Luna,
Volaré.
Prosa:
Ahora mismo le puedes decir basta a la mujer que ya no te gusta,
Al hombre que ya no amas,
Al trabajo que odias,
A las cosas que te encadenan a la tarjeta de crédito,
A los noticieros que te envenenan desde la mañana y desde el helicóptero,
A los que quieren dirigir tu vida.
Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste,
Porque la vida es aquí y ahora mismo,
Por eso:
Canto:
Este es un nuevo día,
Para empezar de nuevo,
Para buscar al ángel,
Que nos crece los sueños.
Para cantar,
Para reír,
Para volver
A ser feliz
Si Señor.
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