A pesar de que en este blog hemos hablado en repetidas ocasiones sobre el tema, me he sentido motivado a retomar el mismo después de la lectura del artículo “La educación real y virtual del profesor Gilberto Blasini. El autor de este ensayo apoya el argumento de que el aprendizaje en la sala de clases es superior al virtual mediante las siguientes expresiones:
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Para mí, las conversaciones y los intercambios de ideas con los estudiantes durante los reuniones de una clase es el momento cuando la enseñanza se hace viva y transforma tanto a maestros como estudiantes.
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Sin embargo, la interacción con los estudiantes por medio de plataformas como D2L o Blackboard nunca tiene el candor, la intensidad o la espontaneidad que se genera en un salón de clases típico.
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Es por esto que todavía creo que el aprendizaje es más efectivo y significativo si el mismo se da directamente entre estudiantes y maestros.
Lo problemático de estas expresiones es que se le atribuye a la modalidad del aprendizaje presencial-físico una efectividad y superioridad por el mero hecho de que los participantes están reunidos físicamente en un espacio. El pensar que no podemos lograr que el aprendizaje virtual sea “vivo”, “intenso”, “auténtico”, “transformador” y “espontáneo” es una presuposición que no ha sido validada en decenas de investigaciones que demuestran que el aprendizaje virtual es real y transformador como el “presencial”. Pero lo más importante para mi es que necesitamos trascender las discusiones en torno a que modalidad es más efectiva (si la virtual o la presencial) y enfocarnos en los principios de enseñanza-efectiva identificados por Chickering y Gamson (1991) en su artículo Applying the Seven Principles for Good Practice in Undergraduate Education. Este modelo, basado en más de 50 años de investigación educativa, describe siete principios que también son relevantes a cualquier modalidad educativa. Según los autores, la enseñanza efectiva debe incluir estas prácticas:
1. Facilitar la cooperación y colaboración entre los estudiantes- la enseñanza debe ser colaborativa, en vez de limitarse a la transmisión de información por parte del instructor.
2. Promover el aprendizaje activo- el estudiante debe ser un ente activo en el proceso de aprendizaje, no meramente un receptor de información.
3. Ofrecer respuestas oportunas y retroalimentación efectiva- las respuestas del instructor deben ser rápidas, efectivas y constructivas.
4. Completar las tareas a tiempo- todas las tareas deben completarse según pautado al inicio del curso.
5. Tener expectativas altas- los cursos deben tener estándares altos y deben tener como meta maximizar el aprendizaje de los estudiantes.
6. Incorporar diversos estilos de aprendizaje- los cursos deben considerar que los estudiantes difieren en sus estilos de aprendizaje.
7. Facilitar la interacción entre los estudiantes y el instructor- la interacción entre el estudiante y el instructor debe ser frecuente y debe llevarse a cabo con confianza y cordialidad.
La pregunta entonces que debemos hacernos es cómo podemos implementar estos principios tanto en la virtualidad como en el salón de clases. En mi experiencia la virtualidad ha facilitado grandemente el que pueda aplicar estos principios en mis cursos.
Lo único que impide que podamos tener encuentros profundos y auténticos con nuestros estudiantes en la virtualidad son nuestras expectativas de lo que debe ser la “realidad”. En última instancia lo virtual es real y lo real es virtual. Como muy bien expresa el filósofo francés Michel Serres en su libro Atlas: “Y sin embargo, por muy presente que esté al entregarse, ¿enseñó alguna vez el cuerpo docente algo que no fuera virtual, nombres y mundos del más allá?”
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