Una de las lecturas que más me impresionó en mis años de bachillerato fue el ensayo “Soledad” de Miguel de Unamuno. Me fue asignado para la clase de Español Básico y desde la primera lectura lo llené de marcas y anotaciones por todas partes. Debería ser lectura requerida para todo estudiante de psicología.
Me llamó la atención que Unamuno comparara nuestra condición humana con la de “cangrejos encerrados en dura costra”: con la carne adentro y el hueso afuera:
Me has oído mil veces decir que los más de los espíritus me parecen dermatoesqueléticos, como crustáceos, con el hueso fuera y la carne dentro. Y cuando leí, no recuerdo en qué libro, lo doloroso y terrible que sería para un espíritu humano tener que encarnar en un cangrejo y servirse de los sentidos, órganos y miembros de éste, me dije: «Así sucede en realidad; todos somos pobres cangrejos encerrados en dura costra». Y el poeta es aquel a quien se le sale la carne de la costra, a quien le rezuma el alma. Y todos, cuando alma en horas de congoja o de deleite nos rezuma, somos poetas"
En “Soledad” de Unamuno me encontré también con una estrategia para la transformación personal que los libros de psicología no cubren:
“Y dedicarme allí a fabricar un gran mazo, claveteado de grandes clavos, y endurecerlo al fuego y probarlo contra los peñascos, y berruecos; y cuando tenga uno a prueba de las más duras rocas, volver con él a este mundo y empezar a descargar mazazos sobre todos estos pobres crustáceos, a ver si, descachadas sus costras, se les ven las carnes al descubierto.”
Pero más tarde Unamuno rectifica y concluye que la redención tiene que ser mutua para que realmente sea efectiva:
Vas a libertar a tu hermano porque siente que hace él esfuerzos por libertarse o porque te llegan sus quejas, y las quejas son deseo de verse libre, y el deseo de verse libre es principio de libertarse; y cuando él siente que empiezas a querer libertarle ; redobla sus esfuerzos por hacerse libre, y redoblas tú los tuyos. Le oyes arañar el muro de su prisión, y empiezas a golpear en él desde afuera, y cuando oye tus golpes, golpea él, y tu arrecias y él arrecia, y vais, él desde adentro, y tu desde afuera, trabajando en una misma obra. Y es lo más consolador que mientras golpeas en su costra, como lo haces con la tuya, tanto trabajas por romper la de él como por romper la tuya propia, y él a su vez , mientras golpea en la suya , da golpes en la tuya. Y así toda redención es mutua.
La transformación que buscamos que se de en el otro y en nosotros es un asunto de romper la costra que no permite que vivamos una vida plena y auténtica: que en vez de hueso aparezca la carne, el alma. !No he encontrado una mejor guía que la que nos ofrece Unamuno para facilitar el cambio personal y colectivo!
Comentarios Recientes