Las historias de los grandes amores nunca terminan con un «y fueron felices para siempre». En determinado momento ocurre la «gran separación» o un evento que marca la vida de los amantes y los lleva a tomar rumbos diferentes. Abelardo y Eloísa fueron dos seres que se amaron intensamente pero las circunstancias histórico-sociales de su época no permitieron que pudieran vivir felices.
Luis López Nieves, escritor puertorriqueño, nos cuenta la historia de este amor trágico:
Abelardo fue un joven y famoso teólogo francés del siglo XII, profesor de la catedral de Notre Dame, en París. El canon de la catedral lo contrató para que diera clases privadas a su hermosa sobrina Eloísa, quien contrario a la costumbre de una época en que las mujeres no iban a la escuela, a los 17 años de edad sabía teología, filosofía, griego, hebreo y latín.
Cometieron el error de enamorarse, a pesar de los planes del tío de Eloísa de casarla con un importante aristócrata. Se fugaron a las tierras de Abelardo en Bretaña, contrajeron matrimonio y tuvieron un hijo. Sin embargo, el tío de Eloísa no pudo perdonar a Abelardo, a quien acusaba de seducción. Para vengarse, este funcionario eclesiástico contrató a un grupo de matones. Entraron de noche a la casa de Abelardo. Mientras dormía, soñando tal vez con su hermosa Eloísa, lo sujetaron con las piernas abiertas y lo castraron con un cuchillo boto, a sangre fría.
Sin embargo, esta historia no termina ahí. Para ver el desenlace los dejo con el relato de López Nieves. Después de este evento, Abelardo decidió no volver a ver a Eloísa y retirarse a un monasterio. Eloísa también se convirtió en monja pero nunca dejó de amar a Abelardo. A pesar de que nunca más se hablaron, mantuvieron correspondencia hasta el momento de la muerte de Abelardo. Esa correspondencia se ha recogido en el libro Cartas de Abelardo y Eloísa. Eloísa murió años después y se le concedió ser enterrada junto a su amado Abelardo.
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