Los Curie: El amor en la ciencia y para la ciencia

 

En esta serie sobre los grandes amores hemos escrito hasta ahora  sobre amores   entre  músicos y  escritores. Hoy lo dedicaremos al amor entre dos científicos que representan  un modelo a seguir tanto en el aspecto personal como en el académico. Me refiero a  Marie Skłodowska y Pierre Curie, una pareja que no solo hizo contribuciones inmensas a la ciencia con sus investigaciones, sino que vivieron una vida desinteresada y humilde sin dejarse afectar por el monstruo de la fama. Maríe, natural de Polonia,  fue a estudiar  Física y Química  a  Francia ya que en su país  no le permitían estudiar a las mujeres. Allí conoció a un profesor de física llamado Pierre Currie y comenzaron a  colaborar juntos en investigaciones.  Pierre descubrió en Marie a la mujer que complementaría su vida y sería  su compañera inseparable por 11 años.  Su hija, Eve,  nos describe  su luna de miel en su biografía:

Pierre y Marie pasaron los primeros días de su vida de casados paseando por el campo en bicicletas compradas con dinero que habían recibido como regalo de bodas. Comían frugalmente y se contentaban con un régimen de pan, fruta y queso; paraban al acaso en posadas desconocidas, y por el reducido precio de varios millares de golpes de pedal y unos pocos francos para pagar el alojamiento en los pueblos, disfrutaron de una larga luna de miel.

En el 1902 después de años de intenso  trabajo lograron probar la existencia de un nuevo elemento químico: el radio. Muy pronto se empezaron a identificar las aplicaciones del  radio para el tratamiento del cáncer y otros investigadores le solicitan información a los Curie para poder realizar sus investigaciones en torno a este elemento. Los Curie se presentan ante el siguiente dilema:

Tenemos dos caminos – le dijo Pierre -, o bien describir los resultados de nuestra investigación, sin reserva alguna, incluyendo el proceso de la purificación

Marie hizo mecánicamente un gesto de aprobación y murmuró:

Sí, desde luego.

O bien podríamos considerarnos propietarios e «inventores» del radio, patentar la técnica del tratamiento de la pecblenda y asegurar- nos los derechos de la fabricación del radio en todo el mundo.

Marie reflexionó unos segundos: –Es imposible– dijo luego -. Sería contrario al espíritu científico.

Pierre sonrió con satisfacción. Marie continuó: –Los físicos siempre publican el resultado completo de sus investigaciones. Si nuestro descubrimiento tiene posibilidades comerciales, será una circunstancia de la cual no debemos sacar partido. Además, el radio se va a emplear para combatir una enfermedad. Sería  imposible aprovecharnos de eso

Esta misma noche escribiré a los ingenieros norteamericanos para darles toda la información que nos piden.

Un cuarto de hora después, Pierre y Marie rodaban sobre sus bicicletas hacia el bosque. Acababan de escoger para siempre entre la fortuna y la pobreza. Al caer la tarde regresaban exhaustos, con los brazos cargados de hojas y flores silvestres.

Ese es el espíritu que necesitamos en todos los campos del saber: esa actitud de compartir y contribuir sin preocuparnos por los dichosas patentes o los «derechos de autor».  Eso es amor hacia la humanidad en su expresión más pura.  La vida de esta pareja de científicos es un ejemplo de la grandeza  y el poder del espíritu humano para  trascender el egocentrismo,  la vanidad  y la búsqueda del poder.  Deben ser modelos a seguir en nuestro desarrollo personal y profesional. Su memoria debe guiar el tipo de ciencia a la cual aspiramos. ¡Alabanzas para  los esposos Curie!

 

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2 comentarios

    • Cristino el martes 17 de octubre de 2006 a las 1:48 am

    Un relato hermoso, la relación Curie y su disposición a difundir el conocimiento sin ningún interés mas que el de «compartir u contribuir». Es esa, precisamente la escencia y el espíritu de la mal interpretada Ley del Derecho de Autor.

    • José el jueves 21 de diciembre de 2006 a las 5:25 pm

    Creo que es de azmirar la balentia de maria Curie

    Hace muchos años que leí el libro del cual que dé admirado.

    Un saludo.

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