Este cuento pertenece a la tradición oral africana de la tribu de los Kalahari Kung. Lo publicó Laurence van Der Post en su libro «The Heart of the Hunter», como se lo contó su niñera africana. Yo lo escuché por primera vez de la voz de Marcos Rámirez, Maestro de maestros y amigo del alma.
Una mujer Bushman , de la primera raza, me contó esta historia. Había un hombre dueño de un gran rebaño de vacas que pastaban en una verde pradera cerca de un campo de albahaca. Bien alimentadas, las vacas daban abundante leche cuando se las ordeñaba. Un día, sin embargo, las ubres de las vacas no dieron leche pues estában vacías. Pensando que a lo mejor no era buena la hierba de la pradera, el hombre las lleva a pastar a otro buen lugar en la vega, pero al día siguiente las ubres también están vacías. Decidió el hombre llevarlas a pastar a otro lugar y ponerse en vela, a escondidas, para resolver el misterio.
Y a la medianoche vio sorprendido que desde el cielo bajaba un luminoso cordón azul y por él se deslizaban lindas y alegres doncellas que ordeñaban sus vacas. Confundido y muy enojado, el hombre decidió capturarlas pero se le esfumaban entre las manos pues parecían hechas de aire. Sólo capturó una que llevaba apretada sobre su pecho una hermosa canasta cerrada. La hizo su esposa y desde ese momento no tuvo problemas con la gente del cielo.
Cuando se casaron lo único que pidió la joven fue que nunca abriera la canasta pues si lo hacía algo terrible sucedería. Y así se casaron con la intención de ser felices, pero un día el hombre no pudo resistir la tentación y abrió la canasta. Por un momento mirando se quedó paralizado. De pronto empezó a reir a carcajadas, y casi no podía creer lo que veía. La canasta estaba vacía.
Cuando su esposa regresó al atardecer, inmediatamente se dio cuenta de lo que había ocurrido. Ella se puso las manos en el corazón, y mirándolo con lágrimas en sus ojos, le dijo: «Tú has mirado en la canasta».
El lo admitió riéndose y le dijo: «Mujer tonta … ¿por qué hiciste tanta bulla con la canasta? No hay nada adentro».
«Qué no hay nada? » le dijo ella, casi sin encontrar fuerzas para hablar.
«Si, nada», contestó él enfáticamente.
Al oir esto, ella le dio la espalda, corrió directo a la caída del sol y desapareció. Nunca más fue visa en la tierra.
«A este día, dice Van Der Post, todavía me recuerdo de la sirvienta negra que me contó el relato, cuando me dijo:
«Y sabes porque ella se fue, mi pequeño señor? No porque el había roto su promesa , sino porque miro en la canasta, y la había visto vacía. Se fue porque la canasta no estaba vacía ; estaba llena de cosas bellas del cielo que ella había almacenado para ambos; y porque él no podía verlas y solo pudo reirse. No había razón para ella quedarse en la tierra por más tiempo y desapareció.»
3 comentarios
bien lo dice el principito…lo esencial es invisible a los ojos..
un abrazo desde mi cheqa..
Vemos lo material pero no podemos apreciar lo espiritual. Vivimos en un mundo materialista.
Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos.
(Fernando Pessoa)