Hace unas semanas descubrí el blog de Indoecencias cuando buscaba información sobre el libro What the best college teachers do. Como parte del título de este blog me llamó la atención la siguiente descripción:
(Del lat. indœcentĭa). 1. f. Falta de decencia en la docencia. 2. f. Dicho o hecho de un profesor universitario vituperable o vergonzoso.
Los «indoecentes» abundan en la universidad. Están en ella no porque sea su vocación sino porque es un medio para otros fines. Enseñar para los indoecentes es un castigo y su objetivo principal es librarse de la carga de la enseñanza para hacer «otras cosas». El indoecente no le preocupa ser efectivo como profesor: si los estudiantes no aprenden es problema de ellos. El indoecente es un profesor invisible: llega a la universidad a dar sus doce horas de clase a la semana y después desaparece como por arte de magia. Para el indoecente el trabajo en la universidad es uno a tiempo parcial. Se queja siempre de las terribles condiciones de su trabajo y de la mala paga pero no aporta nada a su departamento.
Al indoecente le ofende todo intento de que evalúen su labor en la enseñanza ya que todo los métodos para evaluarlo no son válidos. Su declaración favorita es: «La A es para el profesor, la B es para el libro y la C …». Su estrategia principal de enseñanza es el miedo. Le falta el respeto a sus estudiantes y utiliza sus clases para adelantar su agenda ideológica. El indoecente «habla en lenguas» para que nadie lo entienda ya que de esa manera demuestra lo mucho que sabe.
Los indoecentes cometen plagio a diestra y siniestra sin dar crédito a otros. Su máxima es que «el plagio es la mejor forma de elogio».
Identificar a los indoecentes es fácil: es cuestión de preguntarle a sus estudiantes. Los estudiantes detestan a estos profesores y resienten que no se haga nada para intervenir con su indoecencia.
El mensaje tiene que ser claro: no queremos indoecencia en la Universidad. Hay que combatir la misma con firmeza y sin pena. El futuro de la universidad depende en gran manera de que podamos erradicar este mal.
7 comentarios
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Los «indoecentes» abundan mucho en el Colegio de Mayaguez, pero Gracias a Dios siembre hay almas decentes (por ejemplo los blogfesores!) que nos aumentan los animos y nos recuerdan que al final esta la recompenza!
Eso es cierto… los más que «odio» son aquellos que hablan de todo excepto del curso. Son unos mediocres. Uno aprende sobre chistes de doble sentido, sobre comida, sobre su vida personal; lo que uno aprende es debido al auto-aprendizaje. Entonces, ¿para qué ir al salón de clases si podemos estudiar por nosotros mismos?, pero NO, tenemos que ir porque pasan asistencia y nos pensalisan si no asistimos. O sea, siempre se aseguran de tener la audiencia para realizar su ¡espectáculo! En verdad que es intolerable esta situación. Lo triste no es que solamente ellos sean así, sino, que ellos imparten eso como proceso de enseñanza; cada día vemos estudiantes que son indoecentes en potencia. Por lo menos, tenemos la esperanza de que hay profesores y profesoras anti-indoecentes. Al igual que estudiantes anti-indoecentes, que tratan de evitar contagiarse con este mal y entiende que la Universidad es algo más que asistir a las clases y tomar clases con profesores «buenos» (buenos = indoecentes). Hasta aquí mi descarga, porque ya parece que estoy escribiendo un artículo para un blog… Ciao!
Soy profe de una uni y me declaro anti-indoecente. Bueno el artículo y buenos los comentarios. Me gustó, sí señor.
La responsabilidad de aprender y de educarse es del estudiante, pienso yo. De nadie más. El profesor debe ser un inspirador y alguien que en vez de transmitir conocimientos (que el estudiante encontrará y deberá aprehender en la bibliografía obligatoria del curso) comunique amor y pasión por la investigación y el conocimiento. Eso es una responsabilidad enorme. Porque se trata de COMUNICAR y contagiar entusiasmo, ganas y ansias de aprender. Y eso lo tiene quien investiga y busca.
En últimas se trata de obrar con una especie de ética que empuja a ambos profesor y alumno a perseguir una mejor comprensión del mundo. De la mano, juntos, con distintos niveles de destrezas pero aunados en un mismo objetivo: conseguir mejor inteligibilidad de la sociedad y del entorno.
Espero que estos profesores florezcan, y que su entusiasmo contagie a los indoecentes (que de manera tan acertada describes aquí) o los arricone de tal forma que se vean obligados a abandonar la docencia y buscar otros retos y otra profesión.
Un saludo muy cordial
Yo no estoy en la Universidad sino en un Instituto de Enseñanza Media y debo declarar y declaro que vivo rodeada de indocentes. A fortunadamente, no son el 100% de la población profesoril, pero su número es significativo. Son ésos que hace 30 años que no abren un libro, ésos que usan mecánicamente su libro de texto y que sin él no son nadie. Ésos que te dicen que pierdes el tiempo haciendo presentaciones de Power Point, ésos que te dicen que estás obsesionada/o por el uso de internet en las aulas, ésos que se preguntan por qué tus clases funcionan y las de ellos no, por qué tus estudiantes trabajan y los suyos molestan. Ésos.
Autor
Gabriela;
Gracias por esa excelente descripción de los indoecentes. No hay duda que son un peligro real para el buen apendizaje.
Este artículo, simplemente…. me encantó!!!
Un abrazo
Una maestra de corazón